Actualmente no existe ninguna normativa, ni siquiera el Código Técnico de la Edificación (CTE), que obligue a los ascensores a ahorrar energía. Pero las compañías se han puesto manos a la obra y casi todas tienen en cartera elevadores más o menos ecológicos que logran consumos de energía de entre un 40% y un 60% inferiores respecto a los tradicionales.
En concreto, uno de última generación consume un 55% menos que uno convencional eléctrico y el 70% menos que uno hidráulico. Si se sustituyeran los aparatos tradicionales que existen en la Comunidad de Madrid por los de última generación, el ahorro potencial de energía sería de 78,7 millones de kilowatios por hora anuales, equivalente al consumo eléctrico de todo el municipio de Villaviciosa de Odón.
Así, la tecnología ecológica es uno de los retos que tiene el sector de transporte vertical, que, desde que asisistió a la primera gran innovación -los ascensores eléctricos sin cuartos de máquinas, en los años noventa-, está inmerso en una carrera tecnológica que no ha hecho más que empezar.
¿Cómo será el elevador del futuro? Los expertos hablan de aparatos que aprovechan el comportamiento de la máquina eléctrica de tracción como generador de energía. Esta energía se podría devolver a la red eléctrica, con lo que la comunidad de vecinos ganaría un dinero extra. Pero para que esto ocurra habría que dar esa energía en fase, los contadores tendrían que andar hacia atrás y las compañías eléctricas tendrían que aceptar la compraventa de la energía.
Gama alta
En cambio, actualmente ya es posible que la energía sobrante se destine al propio edificio, bien para iluminarlo o bien para mover otro ascensor. Esto se hace ya en ascensores de gama alta. Una realidad, tanto para los edificios de obra nueva como los existentes, que va a suponer un sobrecoste inferior al 5%. Y puede conseguir hasta un 70% de ahorro en el consumo energético con respecto a un elevador convencional.
En esta línea de menor consumo energético están los ascensores de última generación, aparecidos en los últimos años, donde se señala el destino antes de entrar en la cabina y el sistema distribuye a los pasajeros. Incluso en algunos equipos ni siquiera hay que indicar el destino, porque un pequeño chip (contenido en un llavero o tarjeta de crédito) nos identifica y asigna el aparato que mejor nos conduce a casa o a la oficina. Estos sistemas permiten además que una persona con silla de ruedas reciba un trato personalizado, dándole más espacio en la cabina y más tiempo para acceder a la misma.
El futuro del transporte vertical pasa también por los ascensores propulsados por energía solar. Colocando paneles de células fotovoltaicas en la azotea, estos modelos son capaces de funcionar sin perder potencia y con un ahorro de energía del 100%. Si los paneles absorben mayor energía de la que necesita el elevador ésta se puede canalizar a la red general, con lo que los vecinos pueden obtener unos ingresos adicionales.
Varias cabinas
Otro paso es el de aparatos con varias cabinas que se desplazan de forma independiente por el mismo hueco, algo que se está aplicando en algunos edificios de oficinas representativos. La doble cabina -se mueven al mismo tiempo- es más habitual. La tienen la Torre Mapfre (Barcelona) o la Torre Picasso (Madrid).
Los elevadores sin cables o la entrada del diseño en el interior de las cabinas son las otras piezas claves de este mercado.
Y si hablamos de futuro, el ascensor espacial, que permitiría realizar el transporte vertical desde la tierra al espacio, se lleva la palma. La Nasa lo estudia y lleva invertidos varios miles de millones de euros.
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